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Cada 25 de diciembre, el día de Navidad, cuando se conmemora la Natividad del Niño Jesús, Jesucristo, el Salvador, el Hijo de Dios, Dios, la Iglesia Católica inicia el “Tiempo de Navidad”, que es el segundo Tiempo del Año Litúrgico, que viene luego de la preparación que se tuvo durante el Tiempo de Adviento.
Aunque realmente la Navidad es un solo día, el 25 de diciembre de cada año, cuando lo que realmente se conmemora es el nacimiento del Niño Jesús, pero por la suma importancia de esta fiesta, se sigue celebrando durante varios días posteriores a esta fecha que es lo que se conoce como Tiempo de Navidad, entre algunas de esas celebraciones importantes dentro de este tiempo se pueden mencionar la Fiesta de la Sagrada Familia, la Solemnidad de la Virgen María Madre de Dios, el Santísimo nombre de Jesús, la Fiesta de la Epifanía que a ese día también se le conoce como el Día de los Reyes Magos hasta llegar al Bautismo del Señor, que en esta última fiesta es que culmina el Tiempo de Navidad y empieza el Tiempo Ordinario del Año Litúrgico.
El color litúrgico del Tiempo de Navidad es el color blanco que simboliza la alegría, la paz, la pureza, la gloria y la luz, como lo que representa el nacimiento del Niño Jesús, y este color blanco también se usa en otras fiestas durante el año litúrgico como las fiestas dedicadas a la Santísima Virgen María, la madre del Niño Jesús, la Madre de Dios, en las fiestas marianas también se puede usar el color azul, como especialmente se usa en la Fiesta de la Inmaculada Concepción. Aunque el buen cristiano siempre está alegre a pesar de que pueda estar por momentos de dolor, el Tiempo de Navidad junto con el Tiempo de Pascua se les reconocen como tiempos de alegría y para diferenciarlos un poco, al Tiempo de Navidad también se le conoce como tiempo de gozo ya que celebramos la Natividad del Niño Jesús, el Hijo de Dios, Dios, y al Tiempo de Pascua se le conoce como tiempos de gloria porque celebramos la gloriosa Resurrección de Jesucristo, el Señor. El Papa Francisco habló mucho sobre la alegría cristiana y nos enseñó que la primera condición de la alegría cristiana es descentrarse de uno mismo y poner en el centro a Jesús (Ángelus, Domingo 13 de diciembre de 2020). Se debe vivir con alegría acompañada de la esperanza, teniendo fe en Dios y estando de la mano con Cristo, el dolor que pudiera parecer muy grande, con seguridad será superado; un ejemplo de esto se tiene cuando el Papa Francisco dijo que el cristiano no anestesia el dolor, ni siquiera el dolor más grande que hace vacilar la fe, y no vive la alegría y la esperanza como si fuese siempre carnaval. Pero encuentra el sentido de su existencia en el perfil de una mujer que da a luz: cuando nace el niño está tan feliz que ya no recuerda su sufrimiento (Misa matutina del 6 de mayo de 2016 en Casa Santa Marta, titulado con alegría y con esperanza). En los enlaces que se muestran lo dicho por el Papa Francisco además de leer lo que se muestra resaltado se recomienda leer completo esos documentos, y aquí se les da otro enlace de otro documento del Papa Francisco que vale la pena su lectura: Alegría cristiana, 28 de mayo de 2018. Otro ejemplo se mantener siempre la alegría se consigue dentro del Tiempo de Adviento y Tiempo de Cuaresma, que a pesar de ser tiempos caracterizados por ser de penitencias, cada uno tiene un domingo muy especial que se dedica a la alegría porque se tiene la fe, certeza de lo que se espera en el tiempo que les siguen, el Tiempo de Navidad con el nacimiento del Niño Jesús, el Hijo de Dios, Dios, y Tiempo de Pascua con la gloriosa Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, estos domingos son Domingo de Guadete y Domingo de Laetare, que son tan especiales y se distinguen por esa alegría que son los 2 únicos días del Año Litúrgico que se usa el color litúrgico rosado.
A diferencia del Tiempo de Adviento, que no comienza una fecha fija porque inicia cuatro domingos antes del día de Navidad, y sí culmina en fecha fija porque, el Tiempo de Navidad comienza cada 25 de diciembre con la Natividad del Niño Jesús, y éste no culmina en una fecha fija sino con la Fiesta del Bautismo del Señor que se celebra al domingo siguiente de la Fiesta de la Epifanía, dando inicio el Tiempo Ordinario.